Desde la perspectiva del dibujante, su línea firme, fuerte y segmentada le permite delimitar con acierto el contorno corporal; la economía de sus recursos pictóricos redunda en una mayor eficiencia en el manejo plástico de la obra; se observa en la parquedad al colocar sombras que auxilian la definición de volúmenes, en la sensación de abandono físico y en la delimitación del espacio, trazando líneas que lo insinúan con gran efectividad visual; hay una preocupación latente por la violencia con que desaparecen las personas en nuestro país. Delgado quema sus dibujos agrediéndolos en la parte más crítica y sensible del ser humano y que contribuye a su identificación necrocial; el rostro, las manos y los genitales. El recuerdo le permite al artista efectuar con acierto estos homenajes post morten; los colores producto de este tratamiento piromaniaco recuerdan la piel en estado crítico; repasando situaciones de putrefacción de otros materiales inherentes a la naturaleza, esta descomposición se asocia al grado de decadencia moral, física y espiritual de la sociedad. Estos quemados son fetiches protectores ejecutados por el artista, así mismo, se convierten en violencia ritual y cronología de muerte ejecutado sobre el desaparecido.